7 jun 2010
INVASIÓN por Florencia La Valle y Camila Crepo
INVASIÓN
Autoras: Florencia Belén La Valle y Camila Natalia Crepo… 7º C
En el año 99’ estábamos, mi familia y yo, muy contentos por un logro laboral de mi padre. Él era abogado y había ganado una suma de dinero gracias de un juicio. Mis hermanos y yo no teníamos problemas en nuestras vidas, hacíamos lo que queríamos, comíamos lo que deseábamos y teníamos todas las cosas que pedíamos. En conclusión éramos unos malcriados y consentidos niños salteños.
Nosotros pensábamos que nuestra vida continuaría así, llena de lujos, pero nuestros sueños se derrumbaron. Una semana antes de navidad, mientras hacíamos los preparativos para los festejos, una llamada de parte de mi tía abuela rompió todos y cada uno de los planes que pensábamos hacer realidad.
Durante la cena nuestro padre anunció la noticia. Resultaba ser que la tía Roberta se quedaría en nuestra casa por un largo tiempo, hasta después de las fiestas, ya que por un descuido suyo quemó su casa al prender una vela, ya que se había cortado la luz como ocurre infinitas veces en Salta. Dicha vela calló encima del sillón y la casa comenzó a rodearse de llamas.
A mi mamá no le gustaba la idea, menos a nosotros, ya que Roberta era una señora testaruda, terca, perfeccionista y además todo aquel que estaba a su alrededor debía tener buenos modales porque ella se creía Lady Di, pero lo que no veía era que en realidad era una mujer común y corriente. Además le desagradaban los niños y por supuesto esto nos parecía muy mal.
A la mañana llegó Roberta, arrastrando su docena de maletas, como si fuera a quedarse a vivir una eternidad. Tuvimos que cederle el cuarto de Virginia, la menor de nosotros, la cual estaba disgustada porque la tía, en pocos días, remodeló la habitación como si fuera suya y dejó las pertenencias de nuestra hermanita en el sótano.
Nuestro padre estaba feliz de compartir los festejos con la tía, y Roberta también, aparentemente ella había sabido mostrarle a nuestro papito, su lado bueno, lo que no hizo con nosotros. El día 20 de Diciembre, faltando 5 días para navidad, mis hermanos y yo, decidimos entrar al EX cuarto de Virginia a buscar algunos adornos para nuestra casa. Mi hermano Lucas, el más travieso, abrió una de las maletas de las tía Roberta, Tomás, mi hermano mayor, observó que dentro de ella se encontraban los dientes postizos de la tía, a Lucas lo asustó mucho saber que la mujer no tenía dientes. En ese mismo instante Virginia sintió los pasos de la tía, fáciles de reconocer por los zapatos que ella siempre llevaba puestos. Todos nos escondimos detrás de un pilón de cajas y bien quietitos dejamos de hacer ruido. Roberta entró, abrió una de las maletas, justo la que Lucas había abierto, y se puedo los dientes. Mi hermano hizo una cara de asco y habló como si la mujer no estuviera allí por lo que Roberta obviamente nos descubrió, tratamos de explicarle lo que había sucedido, por suerte ella nos creyó y nuestros padres también.
A la hora de la cena, decidimos hacer un juego familiar, en su transcurso descubrimos el primer indicio de que la tía sólo quería deshacerse de nosotros.
Pasaron los cinco días y llegó la Navidad, mis padres nos regalaron a mis hermanos y a mí varios juegos de mesa y juegos de computadora. Miramos a la tía por unos minutos esperando a que abra su boca con dientes de mentira para decirnos algo, pero ninguna palabra salió de esta y tampoco ningún regalo salió de su bolso. Virginia y yo nos miramos, Tomás miró a Lucas que la miraba como si fuese a comérsela. Los cuatro comprendimos que no habría regalos de parte de ella y tuvimos que explicarle a Lucas que la tía no nos daría nada.
Luego del gran festejo, pasaron unos meses en los que ya era muy notable el objetivo de la tía, Virginia se había dado cuenta de que Roberta no nos quería mucho, un poco tarde, pero lo descubrió por si solita, Tomás trató de amigarse con la tía pero ella lo rechazó varias veces, Lucas le tenía miedo, porque pensaba que podía morderlo y yo en las pocas veces que hablé con ella parecíamos enemigos. Los cuatro estábamos de acuerdo en que la mujer no nos quería y por eso les contamos a nuestros padres, quienes buscaron una propiedad inmediatamente para la tía. El día en que se fue, festejamos como si fuese Navidad, porque ni esa mujer ni otra va a lograr separarnos y sacarnos de nuestra familia.
Autoras: Florencia Belén La Valle y Camila Natalia Crepo… 7º C
En el año 99’ estábamos, mi familia y yo, muy contentos por un logro laboral de mi padre. Él era abogado y había ganado una suma de dinero gracias de un juicio. Mis hermanos y yo no teníamos problemas en nuestras vidas, hacíamos lo que queríamos, comíamos lo que deseábamos y teníamos todas las cosas que pedíamos. En conclusión éramos unos malcriados y consentidos niños salteños.
Nosotros pensábamos que nuestra vida continuaría así, llena de lujos, pero nuestros sueños se derrumbaron. Una semana antes de navidad, mientras hacíamos los preparativos para los festejos, una llamada de parte de mi tía abuela rompió todos y cada uno de los planes que pensábamos hacer realidad.
Durante la cena nuestro padre anunció la noticia. Resultaba ser que la tía Roberta se quedaría en nuestra casa por un largo tiempo, hasta después de las fiestas, ya que por un descuido suyo quemó su casa al prender una vela, ya que se había cortado la luz como ocurre infinitas veces en Salta. Dicha vela calló encima del sillón y la casa comenzó a rodearse de llamas.
A mi mamá no le gustaba la idea, menos a nosotros, ya que Roberta era una señora testaruda, terca, perfeccionista y además todo aquel que estaba a su alrededor debía tener buenos modales porque ella se creía Lady Di, pero lo que no veía era que en realidad era una mujer común y corriente. Además le desagradaban los niños y por supuesto esto nos parecía muy mal.
A la mañana llegó Roberta, arrastrando su docena de maletas, como si fuera a quedarse a vivir una eternidad. Tuvimos que cederle el cuarto de Virginia, la menor de nosotros, la cual estaba disgustada porque la tía, en pocos días, remodeló la habitación como si fuera suya y dejó las pertenencias de nuestra hermanita en el sótano.
Nuestro padre estaba feliz de compartir los festejos con la tía, y Roberta también, aparentemente ella había sabido mostrarle a nuestro papito, su lado bueno, lo que no hizo con nosotros. El día 20 de Diciembre, faltando 5 días para navidad, mis hermanos y yo, decidimos entrar al EX cuarto de Virginia a buscar algunos adornos para nuestra casa. Mi hermano Lucas, el más travieso, abrió una de las maletas de las tía Roberta, Tomás, mi hermano mayor, observó que dentro de ella se encontraban los dientes postizos de la tía, a Lucas lo asustó mucho saber que la mujer no tenía dientes. En ese mismo instante Virginia sintió los pasos de la tía, fáciles de reconocer por los zapatos que ella siempre llevaba puestos. Todos nos escondimos detrás de un pilón de cajas y bien quietitos dejamos de hacer ruido. Roberta entró, abrió una de las maletas, justo la que Lucas había abierto, y se puedo los dientes. Mi hermano hizo una cara de asco y habló como si la mujer no estuviera allí por lo que Roberta obviamente nos descubrió, tratamos de explicarle lo que había sucedido, por suerte ella nos creyó y nuestros padres también.
A la hora de la cena, decidimos hacer un juego familiar, en su transcurso descubrimos el primer indicio de que la tía sólo quería deshacerse de nosotros.
Pasaron los cinco días y llegó la Navidad, mis padres nos regalaron a mis hermanos y a mí varios juegos de mesa y juegos de computadora. Miramos a la tía por unos minutos esperando a que abra su boca con dientes de mentira para decirnos algo, pero ninguna palabra salió de esta y tampoco ningún regalo salió de su bolso. Virginia y yo nos miramos, Tomás miró a Lucas que la miraba como si fuese a comérsela. Los cuatro comprendimos que no habría regalos de parte de ella y tuvimos que explicarle a Lucas que la tía no nos daría nada.
Luego del gran festejo, pasaron unos meses en los que ya era muy notable el objetivo de la tía, Virginia se había dado cuenta de que Roberta no nos quería mucho, un poco tarde, pero lo descubrió por si solita, Tomás trató de amigarse con la tía pero ella lo rechazó varias veces, Lucas le tenía miedo, porque pensaba que podía morderlo y yo en las pocas veces que hablé con ella parecíamos enemigos. Los cuatro estábamos de acuerdo en que la mujer no nos quería y por eso les contamos a nuestros padres, quienes buscaron una propiedad inmediatamente para la tía. El día en que se fue, festejamos como si fuese Navidad, porque ni esa mujer ni otra va a lograr separarnos y sacarnos de nuestra familia.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario